viernes, 26 de octubre de 2012

¿Porque maria "la brava" ?

Esta es la historia de maria la brava .

Como ésta fuese casada en Salamanca con un caballero que se llamaba Enrique Enríquez de Sevilla, Señor de Villalba, y como éste muriese y quedase doña María viuda y harto moza y hermosa, y quedase con dos hijos y una hija, supo dar tan buena cuenta de sí que fue ejemplo maravilloso de su vida. Pues siendo sus hijos de doña María de Monroy el uno de diez y nueve años y el otro de diez y ocho, asaz eran dispuestos. Estos Enríquez tomaron estrecha amistad con otros dos caballeros de la ciudad, hermanos, que se llamaban Manzanos, y como Enrique el menor estuviese un día jugando a la pelota, viniendo sobre porfías a reñir y echaron manos a las espadas, de donde sucedió que como los Manzanos y sus criados estuviesen juntos, mataron al Enríquez que solo estaba; y como los Manzanos lo vieron muerto, hubieron consejo, que se temieron de Enríquez el mayor, que le conocían por muy buen mancebo, y dijo el uno de ellos que sería bien que lo enviasen a llamar que se viniese a jugar, y que venido lo matarían, y así fue hecho, porque no tuviesen que temer.
Venido que fue el Enríquez, le mataron en un corredor, y andándose paseando el uno con el otro, Manzano le hirió de gran herida con una chuza. El Enríquez echó manos a la espada, como hombre de buen corazón, pero poco le aprovechó porque luego lo mataron. Los Manzanos se fueron a Portugal.
Sabida esta nueva por toda la ciudad, luego sus parientes trajeron éstos hijos delante de su madre, que tan regalados los había criado, haciendo esquivos llantos. Todos pensaron que doña María perdiera la vida de pesar, según los quería, y ciertamente el aspecto de los mancebos enternesciera a quienquiera. Doña María le ponía los ojos sin echar lágrima ni hacer ningún acto mujeril, más estaba con el corazón tan fuerte que ningún varón romano se le igualaba; asaz se le parecía en su gesto la ferocidad de su ánimo, y todos tomaban espanto de vella con tanto sosiego.
Los parientes de los mancebos muertos le dijeron que los enterrase: Doña María respondió que ellos hiciesen lo que quisiesen con ellos, y en siendo noche, doña María cabalgó y se fue a Villalba y llevó consigo veinte de a caballo muy armados diciendo que no quería que la matasen a traición como habían hecho con sus hijos. Como doña María llegase a la mitad del camino, juntó los suyos y hízoles una habla, en la cuál les muestra cómo su corazón es vuelto todo a la venganza de sus hijos, y que no quería vivir sino para esto.
En gran manera espantados los suyos le respondieron que los Manzanos estarían ya en alguna fuerza de Portugal a donde por entonces no podrían ser habidos. Doña María respondió no haber cosa más fuerte qu'el corazón del hombre, y qu'este queriendo, todo era suyo, y que ella quería dejar su hábito allí y usar el oficio de buen capitán; y que en los peligros les prometía ser la primera. Y diciendo esto se fue a Portugal, y envió sus espías a saber dellos; y dióse tan buena maña, que antes de un mes, como supo el lugar donde estaban, se fue una noche a más de media noche a la posada de los Manzanos, y con un vigón que llevaban los veinte escuderos, y ella delante con sus armas, del primer golpe dieron con las puertas en el suelo, y no eran bien caídas en el suelo cuando doña María estaba dentro con diez escuderos y los otros diez quedaban guardado la puerta y unas ventanas.
Los Manzanos, como los vieron antes sí, comenzaron a pelear y llamar en su ayuda a los del lugar; de manera que la cosa se hizo tan animosamente, que los portugueses, por priesa que se dieron, no llegaron a tiempo, porque las cabezas de los Manzanos, cuando ellos llegaron, estaban ya en la mano izquierda de doña María de Monroy. Ella y los suyos cabalgaron a prisa en sus caballos y se fueron; y llegaron un día a mediodía a Salamanca, que todos pensaban qu'estaba en Villalba, y fuese apear derecha a la iglesia donde estaban sus hijos enterrados, y puso las cabezas que traía sobre las sepulturas de sus hijos, y de ahí se vino a su casa. ¡ Gran espanto puso este echo en toda la tierra !".
Esta novena hija del matrimonio Almaraz-Monroy, doña María de Monroy Almaraz, casó con don Enrique Enríquez de Sevilla, que era Señor de Villalba en la provincia de Salamanca, primo hermano del Rey don Enrique II por vía materna, pues la madre del monarca doña Leonor de Guzmán, y la madre de don Enrique Enríquez, doña Isabel de Guzmán eran hermanas.

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